domingo, 30 de septiembre de 2007

Funerales de los Toraja en Sulawesi

Durante los meses de julio, agosto, septiembre y octubre tienen lugar en la isla de Sulawesi, concretamente en la tierra de los Toraja, Tana Toraja, unas curiosas ceremonias fúnebres.
Los Toraja habitan la isla de Sulawesi, antiguas Célebes en Indonesia y cuando fallecen tienen dos entierros. Uno, cuando la persona muere, es intimo, sólo asisten los más allegados y una vez termina, el cadáver se conserva en la casa hasta que se celebra el segundo entierro. Este tiene lugar cuando la familia ha ahorrado lo suficiente para la celebración, dura varios días y suele celebrarse entre los meses de julio y octubre que es cuando los parientes pueden desplazarse para asistir al entierro ya que son las vacaciones de los niños. Podíamos decir que estos meses son la “época de entierros”.
Para los Toraja este segundo entierro es una celebración de la vida del difunto. En esta celebración se sacrifican cerdos y sobretodo búfalos que son degollados limpiamente con un machete. Cuantos más se sacrifiquen mayores posibilidades tendrá el muerto de llegar al cielo de los Toraja. Luego el búfalo es despedazado y se asa al fuego acompañado de tuak, o vino de palma, y arroz. Todo esto en un ambiente de alegría y celebració
n, nada de lagrimas ni caras tristes.
Posteriormente el ataúd con el muerto es paseado por la aldea y está siempre acompañado por un tau-tau, que es la efigie en madera del difunto. Después de este paseo, el cadáver es conducido a una cueva colgada de un risco cuanto más alto mejor, y así más cerca estará del cielo. En algunos casos, y debido a los pocos recursos del difunto se le entierra sin ataúd, dejándolo simplemente en los huecos del risco a la vista de todo el mundo. A los niños se les suele enterrar en el tronco de un gran árbol para que así siga creciendo a través de él.
A sus difuentos sus familiares les llevan, en vez de flores como aquí, cosas que pueden emplear en su nueva vida como tabaco, los kreteks de la conocida marca del país Gudang Garam o dinero.
Pagando un pequeña cantidad los turistas pueden asistir a estos entierros en alguna de las aldeas tradicionales, como Kete o Palawa, cuyas casas tienen forma de casco de barco, o visitar centenarias tumbas excavadas en la roca en Lemo, Londa o Kambira.

viernes, 28 de septiembre de 2007

La antigua Lhasa

Navegando por la red te encuentras con páginas interesantes y curiosas. Una de estas es la dedicada a la antigua Lhasa (pincha aquí para verla) donde nos muestra, a través de fotografías antiguas, la vida de la ciudad a comienzos del siglo XX. El único problema de esta página es que es china, es decir, está hecha del lado de los invasores del Tibet, pero aún así merece la pena darse una vuelta por ella.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Crónicas Viajeras: Micronesia(III), la isla del naufrago

Hace ahora un año publicábamos unas crónicas viajeras de Nacho Martín(www.nosvamosdeviaje.com) de su vuelta al mundo. Podéis recordarlas aquí: Micronesia(I) y Micronesia(II) . Ahora, y después de este retraso por problemas técnicos, nos ofrece la tercera entrega.

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La isla del naufrago
Todos tenemos una imagen de esa isla desierta a la que te preguntan qué tres cosas te llevarías. Cuando llegó el día en que eché el pié a tierra en una, sólo llevaba una sonrisa de oreja a oreja. Y tampoco me importó que ni Halle Berry ni las otras dos cosas estuvieran aquí. Lo importante es que haya un bote varado en la arena y alguien que lo sepa manejar por entre los canales de coral para cuando te apetezca cambiar de aires.
Los científicos no se ponen de acuerdo si es el mar el que sube, o los volcanes los que se hunden, o ambas cosas a la vez. Pero el resultado tras años de lento crecimiento, sea cual sea la causa, es el maravilloso mundo multicolor del arrecife coralino. Si comenzó a crecer alrededor de una elevación ahora sumergida, lo que vemos es un anillo de coral que protege una laguna de aguas turquesas ajenas al oleaje exterior. Las islas que coronan los arrecifes coralinos, con sus playas de arena blanca, y las palmeras intentando mojarse la melena, son una de las imágenes que el subconsciente relaciona con el paraíso. Esta es la geografía típica del Pacífico.
Y como comentaba en la crónica anterior, aunque Chuuk es un atolón gigante, todavía a medio hundir, su arrecife tiene muchas de estas islas de náufrago a las que escaparte del
ajetreo de Weno. A pesar de lo idílico que pueda parecer, todas tienen dueño, así que tras pedirle permiso, sólo necesitas una barca para cambiar de mundo.
Habíamos quedado a las 8, pero eran las 9 cuando todavía estábamos preparando la ensaladilla. No llevaba ni dos semanas aquí y todavía no me había acostumbrado al horario de Micronesia. Mi impaciencia por llegar a Angenimen, la isla a la que íbamos de picnic, me hizo ser el primero en estar listo, cosa no muy habitual. El ambiente en la orilla era como cuando quedas con los amigos para ir de costillada. “¿Dónde metemos esto? ¿Qué coches llevamos?...” Pero el idioma era Chukés, y en vez de coches, había motoras.
Cuando nos ponemos en marcha empiezan los piques entre las distintas motoras, y sin darte cuenta la gran Weno se ha convertido en poco más que una ondulación verde sobre el horizonte. Entonces me asalta la duda natural de un aragonés del secano fuera de su medio: ¿Cómo saben a dónde vamos, si estamos rodeados de mar por todos los lados? ¿Y esta barquita no se volcará? Pero en seguida aparece un punto por la proa, y al poco se pueden distinguir las palmeras recortándose en el horizonte. Tierra ¡Tierra! ¡Una isla! Para mí la sensación era como si la tuviera un náufrago agarrado al barril tras días a la deriva. Que bonita visión. Al acercarnos no podía ocultar mi cara de embobado. Y como fondo las olas del mar abierto rompiendo contra el arrecife, poniéndole la música. Sólo faltaba la nativa con el collar de flores esperando en la playa.
Y al echar pie a tierra… chof, los pantalones mojados y vuelta al mundo real. No sé de dónde salió la maldita expresión, porque en estas latitudes siempre acabas con agua hasta la rodilla cuando sales de la barca. Pero no importaba. Habíamos llegado a la isla. Tras ayudar a descargar nos distribuimos las faenas. Unos se fueron a pescar, otros a preparar el fuego, otros a masticar betel, y yo, a explorar la isla. Era sábado, así que si encontraba algún indígena perdido ya sabía que nombre ponerle.
Como la vegetación era espesa, decidí bordearla primero. Mi presencia espantaba a los cangrejos ermitaños de los cocos caídos en la playa. Me sentía el primero en pisar esa arena blanca en mucho tiempo, hasta que al bordear un pequeño manglar algo raro se deja oír entre las olas que rompen. Unos pocos pasos más bastaron para darme cuenta de que aquí también hay que compartir los buenos sitios de picnic. Un par de barcas estaban amarradas en esta parte de la isla, y ni con los meses hubiera podido ponerles nombres a todos los sonrientes chukeses.
Más me hubiera valido quedarme en el otro lado, y pensar que somos los únicos en la isla. Siempre tenemos que ser los europeos los que vamos a molestar (aunque nosotros decimos descubrir) el quehacer cotidiano de los paisanos del lugar que toque. Si al menos hubieran traído a Halle Berry de invitada, quizás en su vuelta de reconocimiento hubiera aparecido en la playa a la que llegamos nosotros, y entonces yo hubiera empezado a creer en enanitos verdes y en genios de la lámpara.
Al volver me encontré con que estaba empezando el aperitivo. En el fuego se estaban terminando de asar algunas de esas conchas que la gente tiene de decoración en las estanterías, mientras una especie de ostras de colores se aliñaban crudas con lima para los impacientes. En la orilla, con unas conchas estaban quitando las escamas a peces de colores de los que salían en los reportajes de Cousteau. Todo recién cogido. Unos cayeron crudos y otros pasaron por la brasa. Casi no hacía falta haber traído nada de casa. La comida transcurrió entre risas, motivadas en parte por mi frustrado descubrimiento, mientras comíamos con los dedos, distribuidos por el suelo al estilo isleño. Para el postre se siguió el estilo USA, y de repente apareció de algún sitio un cubo de helado. Por un momento vi algo positivo en esto de la globalización.
Siguiendo el estilo mediterráneo, me prepare a la sombra un lecho de hojas de palmera para la siesta, pero advertido de no estar directamente debajo de ningún coco. Cuando al despertar me puse las gafas para bucear me parecía estar todavía soñando. El verde que domina la vegetación terrestre, es el color que más costaba encontrar bajo el agua. Naranjas, rosas, azules, amarillos… Los peces te rodean y juegan contigo, o te observan tímidos protegidos por los tentáculos de las anémonas. El tiempo se paró, y tuvieron que venir a buscarme para decirme que nos volvíamos.
La isla de Pisar está un poco más lejos, en la parte sur del arrecife. Es pequeña, casi de juguete, con apenas doscientos metros de longitud y unos setenta de anchura. El suelo es de arena blanca en la que crecen las palmeras justas para dar sombra, colgar las hamacas y la red de voleyball. Hay un par de cabañas, y los profesores del colegio habíamos decidido ir a pasar el fin de semana para reponer fuerzas a mitad de este segundo semestre.
Desde que empezamos a cargar las motoras empezó una tormenta tropical que en España hubiera cancelado la excursión. Acá nadie se inmuta. Simplemente cubres el equipaje un poco y deseas que salga el sol para secarte. Al alejarnos de la orilla botábamos con las olas sobre el suelo de la barca bajo una lluvia intensa rodeados de un oscuro gris que escondía el horizonte. No se veía nada a más de veinte metros. Esta vez confiaba en la destreza de Rutton, y a pesar de estar calado, no iba preocupado.
A mitad de camino aflojó un poco y pudimos ver que pasábamos junto a islitas de cómic, con sólo un par de palmeras, y junto a otra más grande con un oxidado bote encallado, que supongo actuará de señal de “recuerde” para pilotos temerarios. Pero nos preocupaba más el nubarrón que estaba a nuestra proa, y pronto nos volvimos a meter en otro chaparrón. Aunque llovía, el agua que corría por mi cara sabía salada, como si alguien jugara a tirar cubos a la barca. Hasta la ropa interior chorreaba. El silencio de nuestros rostros reflejaba que estaba siendo un viaje duro y más largo de lo previsto. Y de repente, ni que si estuviera preparado, fue dejar de llover y aparecer ante nosotros la isla deslumbrante, como la Meca deseada iluminada por un foco sobre el escenario de las olas azules coronadas de blanca espuma.
La mitad del claustro son norteamericanos, y la intendencia lo reflejaba perfectamente. Teníamos en la pequeña isla todos los productos que se pueden comprar en Weno. Tres clases de cereales para desayunar, zumos, galletas de todos los sabores, salsas para aliñar la carne, latas de bebida para reventar, queso para untar los nachos, vino para la cena… Hasta trajeron un portátil para poder ver una película por la noche. Los reñidos partidos de voley sobre la arena blanca, las sesiones de trabajo o las siestas en la hamaca se diluyen ante el recuerdo de la comida.
Estaba en una isla de náufrago, pero tenía todas las comodidades en uno de esos sitios de postal, de los que dices “¿iré algún día aquí?”. Estaba realizando un sueño, era consciente de ello, y lo estaba disfrutando con todos los sentidos. Pero todavía me quedaba una sorpresa por descubrir, algo que nunca había leído en las novelas: bucear en el arrecife de coral iluminado tan sólo por la luna llena, una de las mejores sensaciones desde que llegué a Chuuk.

domingo, 23 de septiembre de 2007

Festival de Globos Aerostáticos en Alburquerque

Del día 6 al 14 del próximo mes de octubre tiene lugar en la ciudad de Albuquerque en el estado norteamericano de Nuevo México una de las reuniones más importantes de globos aerostáticos del mundo. Durante esos días cientos de globos surcan los cielos ofreciendo un espectáculo increíble. Si estás cerca de la zona por esas fechas, no dudes en acercarte a presenciarlo.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas

Según informa la ONG Survival International, la Asamblea General de la ONU reunida en Nueva York ha aprobado, después de 22 años de intenso debate y negociaciones, la Declaración de Derechos de los Pueblos Indígenas por una aplastante mayoría y sólo han votado en contra Australia, Nueva Zelanda, Canadá y Estados Unidos.
Esta declaración supone el reconocimiento de los derechos colectivos, eleva el nivel internacional de derechos indígenas, del mismo modo en que la Declaración Universal de los Derechos Humanos lo hizo hace casi 60 años. También se creará un punto de referencia por el cual se podrá juzgar el tratamiento hacia los pueblos indígenas y tribales. Además reconoce los derechos de los pueblos indígenas a la propiedad de su tierra y a vivir como ellos deseen. También afirma que no serán trasladados de sus tierras sin su libre e informado consentimiento.
Esta esperada declaración protegerá a los más de 370 millones de personas integradas en 5.000 comunidades en todo el mundo.

martes, 11 de septiembre de 2007

El Parque Nacional Virunga con problemas

Según informan varias agencias de noticias africanas, el Parque Nacional de los montes Virunga, en la República Democrática del Congo, antiguo Zaire, ha sido evacuado debido a que fuerzas rebeldes que luchan contra el gobierno han tomado la zona. Los guardabosque del Parque se han visto obligados a dejar abandonados a los famosos gorilas. En total unos 100 ejemplares viven en la parte congoleña de este Parque, mientras que otros 500 lo hacen en la parte ugandesa. Este año varios de ellos han sido abatidos por los furtivos. Su futuro se presenta incierto.

Así mismo, unos 10.000 refugiados han huido a Uganda.

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