domingo, 7 de diciembre de 2008

Alójate en hoteles y... igana dinero!

Alójate en hoteles y... igana dinero!
Parece broma pero no lo es. Según informaba hace unas semanas PRNewswire, la web Tripr.tv simplemente por grabar un pequeño vídeo de tu habitación, con tus comentarios y envíarlo a este sitio web recibes un porcentaje de la comisión de reserva si esta se hace después de que el cliente haya visionado tu video.

martes, 16 de septiembre de 2008

Mapas de grandes viajes, desde Magallanes a Kerouac

La revista online californiana GOOD nos presenta esta interesante web sobre rutas viajeras.
Desde viajes imaginarios, como "La vuelta al mundo en 80 días", hasta la autopista panamericana, pasando por recorridos míticos como el Transiberiano, los viajes de Marco Polo o la Ruta de la Seda.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Feliz Año 2001

Etiopia es, sin duda, uno de los países más interesantes de África. Su historia, sus etnias, su religión y sus costumbres son, posiblemente, una de las más curiosas del continente negro.
Entre estas curiosidades encontramos que su calendario tiene 13 meses y que celebran el Año Nuevo o Enkutatash el 11 de septiembre de nuestro calendario (o 12 de septiembre si el año es bisiesto como es el caso de 2008), y al final de temporada de lluvias. Esta celebración no sólo es una fiesta religiosa si no también es el momento en que todo el mundo se divierte cantando y bailando. Enkutatash significa "regalo de joyas” y parece ser que conmemora el regreso de la Reina de Saba a Etiopía después de su visita al rey Salomón en Jerusalén.

El calendario etíope se basa en el calendario copto y tiene la particularidad de estar compuesto de trece meses. El año tiene 365 días pero cada cuatro años se añade un día más, con lo que nos encontramos con doce meses de 30 días y un decimotercer mes más llamado Pagumen de unos 5 días (6 si es año bisiesto) que son los últimos antes de fin de año.
El día 12 comenzará el año 2001, aunque casi todo el mundo lo celebrará el día 11. Los siete años y pico de diferencia entre nuestro calendario, el gregoriano, y el etíope son consecuencia de la diferente interpretación de la Biblia. Para ellos, el día del nacimiento de Cristo tuvo lugar 5500 años después de la creación del mundo que tuvo lugar hace 7500 años. Sin embargo, para la iglesia católica, Jesucristo nació 753 años después de la fundación de la de Roma.
Otra muestra de la curiosa forma que tienen los etíopes de medir el tiempo es que para ellos el día comienza cuando amanece, es decir, a las 7 de la mañana de nuestro horario, que para ellos es la 1 de la mañana. Resumiendo, si quedas con alguien a las 14 horas él acudirá a las 20 horas, es decir, las 8 de la tarde. Esto hay que tenerlo en cuenta si viajas allí y tratas con gente que no está acostumbrado al turista.

Por otro lado, el 27 de septiembre, o 28 de septiembre en los años bisiestos, tiene lugar otra celebración: el Meskel o "Meskal" o "Mesqel", o día de la Exaltación de la Cruz Verdadera y conmemora el hallazgo, en el siglo IV, de la Cruz en que fue crucificado Jesucristo. Fue hallada por la emperatriz Elena (Santa Elena), madre de Constantino el Grande. Según la tradición parte de ésta reliquia está enterrada en el monasterio Gishen Mariam en la región de Wollo (o Wello) al noreste del país.
Durante esta celebración, que tiene lugar desde hace 1600 años, se quema una gran hoguera(o Demera) con un gran árbol en el centro, ya que según la tradición la Reina Elena tuvo una revelación en un sueño. Soñó que debía hacer una hoguera y el humo le mostraría el lugar donde estaba enterrada la Cruz de Cristo.
En Addis Abeba, la capital, las celebraciones comienzan a primeras horas de la tarde con una procesión donde la gente porta antorchas y se dirige a Meskal Square. Miles de personas se reúnen en esta plaza para despedir la época de lluvias y dar la bienvenida a la primavera o "Tseday".

El Meskel es la segunda celebración más importante para los etíopes, la primera es el
Timket.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Intentan reabrir tren entre Damasco y La Meca

Según informa la agencia EFE, Siria está intentando recuperar una línea férrea que unía este país con Jordania y La Meca y Medina en Arabia Saudí. Esta infraestructura de más de 1300 kilómetros y pensada para facilitar la llegada de peregrinos a los lugares santos del Islam, fue terminada a comienzos del siglo XX pero la primera Guerra Mundial dejó fuera de juego a este tren. Curiosamente el famoso Lawrence de Arabia fue uno de los primero en dinamitar parte del trayecto.
Aunque varios han sido los intentos de ponerla de nuevo en marcha hasta ahora no había sido posible. Pero desde hace unos días los trenes han vuelto a circular entre Siria y Jordania.
El apoyo de Arabia Saudí hará que muy pronto se pueda llegar hasta La Meca, incluso para los viajeros extranjeros, si se cumplen las expectativas y se permite la entrada a turistas no musulmanes a este aislado país árabe.
En un futuro la idea es que la línea llegue a Yemen por el sur y por el norte conecte con Turquía.
¿Os imaginais cruzar toda la península arábiga en tren?
Más info: www.cfssyria.org

jueves, 4 de septiembre de 2008

Festival Gerewol de los Bororo


Sin duda el Festival Gerewol, que tiene lugar en Níger, es una de las celebraciones más curiosas de todo África. A finales de septiembre y coincidiendo con el final de las lluvias los Bororo, también conocidos como Wodaabe, se dirigen hacia el norte buscando los tan ansiados pastos tan escasos en esas latitudes cercanas al Sáhara. Durante diez días centenares de pastores nómadas se reúnen para arreglar matrimonios y propiciar pactos entre los diferentes clanes.
Pero lo que hace especial a esta celebración es que, al contrario que sucede en la mayoría de los casos, aquí son los hombres los que se arreglan e intentan “seducir” a las mujeres. De hecho, ya desde niños se les marca con cicatrices decorativas en la cara, sobre todo, en la nariz y frente, e incluso en algunos casos se altera la forma de pies y cabeza para hacerlos más bellos. Durante el Gerewol los protagonistas son ellos, los jóvenes Bororo.
Dentro de su cultura, la exaltación de la belleza y su reconocimiento es una parte importante de sus rituales. Para los Bororo, el hombre perfecto debe ser alto, delgado y con los músculos bien definidos. Además deben vestir con estilo y bailar bien. Y es en durante el Gerewol donde deben demostrar todo esto para poder elegir a la mujer que ellos quieran.

Para resaltar su belleza se decoran la cara con pigmentos y arcilla, para ellos con propiedades mágicas, debiendo lograr una simetría perfecta, ojos grandes y nariz larga y afilada. Para ello se pintan la cara con una base amarilla, luego pintan labios y ojos de negro para así resaltar el blanco de sus ojos y dientes. Después, y dependiendo del clan a que se pertenece se decora el resto de la cara con otros dibujos. Además se suelen rapar el pelo para así alargar sus frentes. Antes sus hermanas les han arreglado el pelo con complicadas trenzas y simetrías. Por último, se colocan un turbante rematado con una pluma de avestruz. Los jueces de esta especie de “concurso de belleza” masculino, son las mujeres de otro clan.
La prueba más importante son los bailes, llamados “yaake”, donde los jóvenes deben demostrar su presencia física, aplomo y sentido del ritmo, y la particular belleza de sus rasgos faciales. Antes de comenzar el baile se suelen tomar una bebida con propiedades psicotrópicas que les ayuda a realizar mejor su danza. Aquellos que superen esta prueba, al día siguiente volverán a bailar durante el Gerewol pero ahora pintados de rojo. Para los ajenos a esta cultura estos bailes y los gestos de su cara pueden resultar algo “afeminados”.
Esta celebración tiene lugar cada año en un lugar diferente del Sahel y suele duran una semana. Este año se plantarán los campamentos a finales de septiembre, alrededor del día 25, en InGall, pequeña población asentada al lado de un oasis y rodeado de un desierto salino, cercana a Agadés y al conocido desierto del Teneré, que durante estos días rebosa actividad y gentío.
También podremos asistir a carreras de camellos y de la presencia de algunos tuareg.

Curiosamente, durante este festival, las autoridades del país aprovechan para tratar temas con estos pastores nómadas ya que es la única época del año en que están localizables, pues algunos clanes recorren más de mil kilómetros para llegar hasta aquí.

martes, 2 de septiembre de 2008

Información en tiempo real sobre desastres naturales

Cuando el comienzo de un viaje se acerca, no esta mal saber que problemas podemos encontrarnos allí adonde nos dirigimos. Desde Hungría nos llega esta página. Es un servicio de alerta llamado "Emergency and Disaster Information Service". Aquí podremos estar informados de todo tipo de desastres naturales como huracanes, inundaciones, terremotos, etc en tiempo real. También informa de alertas sanitarias y otros tipos de emergencias. También nos permite localizar las zonas gracias a Google Earth. Además te puedes subscribir para que te manden a tu correo electrónico avisos urgentes.
Muy interesante...

viernes, 29 de agosto de 2008

Los Caboclo , amazonas mestiza

Jordi Balboa, viajero y escritor nos cuenta su experiencia con los Caboclo en el Amazonas.
Los Caboclo
La palabra caboclo define a la raza mestiza del Amazonas. Desde la llegada de los primeros europeos en el siglo XVI, los indígenas se fueron mezclando con los colonos y con el resto de mestizos del país (mamelucos, cafuzos o mulatos) hasta crear la actual raza dominante en la región. Pese a que los caboclos representan el 65% de la población amazónica, este término se utiliza sobretodo para referirse a los mestizos que viven en la selva alejados de los núcleos urbanos. Suelen ser pescadores que viven en la rivera de los ríos sin confort alguno -en muchos casos sin electricidad- y que por su estilo de vida se encuentran más cerca de sus ancestros amazónicos que de los europeos. Podríamos decir que el caboclo es un indígena que utiliza short de baño y escucha la radio mientras se desplaza en canoa y vive en armonía con su entorno.
Convivencia con los Caboclos
Hace muchos años, en las profundidades del río Par, vivía la serpiente Tuluperê, más conocida como la Gran Serpiente. Toda su piel era roja y negra, y lo más temible de ella era que reunía las características de las serpientes Sucurijú y Jiboia. Tuluperê volcaba las embarcaciones de los indígenas y cuando apresaba a alguno de ellos, lo ahogaba hasta la muerte y se lo comía. Un día, los indios Wayana salieron a cazarla con ayuda del brujo Xamã. Tras varios días de búsqueda por la selva, finalmente dieron con ella y la mataron a flechazos. Desde entonces, y para no olvidar la gesta, los hombres empezaron a representar la piel de la serpiente en todas las piezas de cestería que fabricaban, (de ahí los colores y formas actuales en el trenzado). Esta es una de las tantas leyendas que todavía hoy en día continúan vigentes en la Amazonía y que parte de la población continúa creyendo. El origen del cielo, de la luna, de la noche, del pirarucú o del guaraná, tiene una explicación en este tipo de historias que poco a poco se van perdiendo en el tiempo y que tan solo los indígenas y algunos caboclos continúan conservando.
Conocimos al señor Ely y a la señora Sebastiana gracias a Marcelo, un brasileño del Pantanal afincado en Manaus que había residido en España durante varios años. Vivían en el margen Sur del Río Negro, a unos cincuenta kilómetros al Este de la gran ciudad. De aspecto rudo y muy castigado para su edad –no llegaban a los cincuenta años- tenían a su cargo a tres de sus nietos, Rayane de doce años, Railson de ocho y Ronilson de seis. Por supuesto, la historia familiar que tenían que contar nos resultaba de lo más habitual por esas tierras. Los tres niños eran hijos de la misma madre pero de distinto padre. A la madre, una hija de la señora Sebastiana de un matrimonio anterior, la abandonaron los tres padres y cuando el alcohol la castigó, acabó por abandonar a sus hijos. Los primeros en caer fueron Rayane y Railson que de un día para otro se encontraron viviendo con sus abuelos en plena selva. Debido a la precaria escolaridad que habían sufrido desde pequeños, Railson apenas sabía escribir y para Rayane multiplicar o dividir era como realizar logaritmos neperianos. Ronilson fue abandonado de una forma algo más traumática. A él lo dejaron tirado en el peor barrio de Manaus con la suerte totalmente echada. Afortunadamente, un familiar se enteró de que andaba mendigando por la ciudad y tras tenerlo unos días en casa lo envió también a la selva con sus abuelos. Impresionaba la ternura y el cariño que desprendía este crío a todas horas. Lo daba todo por nada.
Lo que más nos llamó la atención nada más llegar fue la austeridad de todo cuanto había en ese pedazo de selva. Cercano al río había un cobertizo sin paredes, hecho de troncos y chapa que hacía las veces de cocina-comedor. A unos veinte metros de distancia, una chocita elevada construida con tablones de madera era el dormitorio de la familia. Un colchón y dos hamacas con mosquitera era todo cuanto tenían. Más al fondo, y casi tocando la espesura de la selva, una pequeña caseta servía para guardar los patos y las gallinas durante la noche. No era demasiado, pero era cuanto había. Viendo lo que teníamos delante, nos acordamos de las palabras de nuestro amigo Marcelo cuando nos decía “¿Estáis seguros de que os queréis quedar unos días aquí? No será fácil”. Estaba claro que fácil no sería, pero… una vivencia así no tenía precio.
Tras compartir la primera comida junto a esta familia de caboclos, rápidamente nos dimos cuenta de que todos eran de lo más agradable. Con un poco de suerte nuestra estancia con ellos podía ser muy enriquecedora. De todas maneras, entre todos dejamos bien claras las condiciones de nuestra estancia ya que no estábamos allí de vacaciones pagadas. En la medida de lo posible, nuestra idea era compartir su día a día y colaborar en todo lo posible. Si iban a pescar, iríamos con ellos; si iban a comprar, les echaríamos una mano; si hacían la siesta, la haríamos al mismo tiempo. Así con todo. Comeríamos lo que hubiera en cada momento. Si había pescado, pescado; si había gallina, gallina; si no había mas que huevos, pues solo huevos. No queríamos que nuestra presencia alterara de ninguna manera su ritmo de vida ya que para ellos podía ser motivo de preocupación, en especial para los tres niños. Por supuesto, les ayudamos económicamente para que nuestra presencia no fuera una carga. Más que darles dinero en plan pensión, lo hicimos como el familiar lejano que viene a visitarlos unos días. Y así lo sintieron ellos.
En un lugar como ese la vida transcurre a un ritmo completamente diferente. La jornada empieza con las primeras luces del alba, a eso de las cinco de la mañana. A esa hora el matrimonio se levanta para ir a mirar las redes de pesca que tienen en los igapós –pequeños brazos del río que anegan parte de la selva. Cada uno con su alargada canoa de madera va a recoger el pescado que se ha quedado atrapado en las redes, generalmente tambaquís o pequeños pirarucús. En el caso que el nivel de las aguas haya descendido de manera importante, también aprovechan para cambiar las redes de sitio ya que no es recomendable que queden a la vista. Otros caboclos se pueden apropiar tanto del pescado como de las redes si las en
cuentran. Es la ley de la selva.
Si la pesca de la mañana ha ido bien, por la tarde se vuelve a ir en busca de más pescado, sino, se regresa a mediodía hasta el día siguiente. En nuestro primer día de pesca, la cosa fue mal. Virginia se fue con la señora Sebastiana y yo lo hice con el señor Ely y su fusil. No era descartable que un yacaré, un tatu o una paca se cruzara en nuestro camino así que lo mejor estar preparado. Además, un disparo certero podía solucionar el tema de la comida durante varios días. Tras pasar unas tres horas remando con sigilo entre ramas y troncos, finalmente regresamos a casa de vacío en busca del desayuno. Un poco de pan con margarina, huevos revueltos y un café de cacerola muy azucarado. Generalmente los meses que el río se vacía es cuando más se pesca, ya que los peces se concentran en un espacio menor y es más fácil atraparlos. Si han pescado lo suficiente, suelen esperar la llegada de los vendedores ambulantes de río para venderles o cambiarles el pescado por productos como la harina de mandioca o el arroz.
Tras el tiempo dedicado a la pesca, el resto de la jornada suele ser bastante tranquila. A parte de rogar a dios para el día siguiente y ver pasar las horas estirado en la hamaca, no hay mucho más que hacer. Tan solo cuando hay que ir de compras a una pequeña aldea, se sale un poco de la rutina. Entre ir y volver en canoa a través de los igarapés se puede perder toda la mañana, lo cual no deja de ser interesante. Por lo menos a nuestros ojos, claro está.
A unos quinientos metros de donde vivíamos, había una especie de barracón que se utilizaba como escuela para los niños de la zona. Nunca se sabía si el profesor vendría o no, así que no era de extrañar que la mitad de los días no hubiera clase. Dado que el número total de niños no sobrepasaba la decena, se impartía una única clase de dos horas. No importaba si uno tenía doce años y el otro seis, lo importante era decir que los niños estaban escolarizados. Teniendo en cuenta que la alfabetización de un crío en Brasil se da por hecha en cuanto sabe escribir su nombre, todo queda dicho. Como en muchos otros lugares, los niños son más útiles ayudando a la familia que estudiando en la escuela, así que a nadie le preocupa demasiado el asunto.
Normalmente las clases solían comenzar a la una de la tarde, por lo que siempre había tiempo por la mañana para darse un baño en alguna de las playas que poco a poco van apareciendo a medida que el río se seca. Hasta seis metros puede llegar a descender el nivel del Río Negro entre los meses de junio y septiembre dejando a la vista unas playas de arena blanca impresionantes.
Cada vez que andábamos de la playa a casa debíamos hacerlo con sumo cuidado a causa
de los animales que se nos podían aparecer. Tener un susto como el que tuvieron Virginia y Rayane cuando se les cruzó una jiboia (serpiente) por el camino, era algo de lo más habitual. Nadie estaba a salvo de alguna mordedura. De regreso del baño matutino, el estupendo olor del caldero de la señora Sebastiana despertaba siempre nuestro apetito. A pesar de que el segundo día nos acercamos hasta una aldea cercana para comprar comida y la despensa se había llenado con algo más de lo esperado, todo cuanto había se debía racionar. Tanto fue así, que de comer caldereta de tambaquí o estofado de gallina, los últimos días nos tuvimos que conformar con huevos, bolacha (galletas de harina y agua) y poco más. Mal asunto. El día que no había demasiada chicha para comer, se compensaba con más arroz o con más harina de mandioca. Esporádicamente los fideos podían sustituir al arroz, pero la harina era insustituible ya que aportaba gran cantidad de hidratos de carbono y era muy barata. La fruta se racionaba de igual manera y pese a estar rodeados de frutas que nunca antes habíamos visto como el açaí o el cupuaçú, lo que más deleitaba a los críos era una buena banana después de las comidas. “¿Y los patos y las gallinas?” Nos preguntábamos, “¿No se los comen?”. Pues no. Al parecer les dolía en el alma tener que matar los animales que habían visto crecer. Como mucho los vendían vivos o los cambiaban por otros alimentos. Preferían comer arroz y harina a secas antes que matar un pollo.
Una cosa que nos llamó mucho la atención los dos primeros días fue que cuando llegaba la hora de comer, siempre nos sentábamos a la mesa Virginia, el señor Ely y yo. La señora Sebastiana y los tres críos evitaban sentarse diciendo que no tenían mucho apetito pero en cuanto nuestros platos estaban servidos venían y se repartían lo que quedaba en el puchero. Por supuesto el señor Ely tampoco es que se llenara mucho el plato, y es de suponer que si se sentaba con nosotros era para aparentar una cierta normalidad. Ni que decir tiene que en cuanto nos dimos cuenta de lo que ocurría, los primeros en no tener mucho apetito éramos nosotros dos. A veces, a escondidas de los abuelos, les dábamos parte de nuestras galletas, snack o lo que fuera, ya que era imposible que no tuvieran más apetito.
Tanto el señor Ely como la señora Sebastiana eran personas encantadoras que estaban de vuelta de muchas cosas, pero por cruel que pueda parecer, la llegada de los tres nietos fue un palo importante para ellos. Con los mismos recursos pasaban de malvivir dos personas a hacerlo cinco. De todas maneras, el que más estaba pagando las consecuencias era Ronilson, el ultimo en llegar a la familia. Más de una vez los abuelos nos insinuaron la posibilidad de adoptarlo ya que su situación les empezaba a superar. Además de ser una carga, sabían que ese niño se merecía mucho más de lo que ellos le podían ofrecer. No es que los otros dos no lo merecieran, lo que ocurría es que Ronilson tenía algo realmente especial. A sus seis años era más listo, avispado y observador que cualquiera de sus hermanos. Era tierno y cariñoso, callado con los abuelos y extrovertido con nosotros. Con su mirada y sus gestos, te devolvía con creces cualquier atención que tuvieras con él. Con Rayane se llevaban a la perfección, jamás había un solo problema, pero con Railson, todo era bien distinto. A veces su hermano mayor se mostraba amable y cariñoso con él, pero la mayoría de las veces los celos se lo comían por dentro y aprovechando su fuerza se lo hacía pagar. Ronilson, consciente de esto y de cual era su situación hacía tan solo unos meses, procuraba pasar desapercibido delante de sus abuelos a pesar de las tropelías de Railson. Mejor no llamar la atención ya que nunca se sabía lo que podía ocurrir.
Cuando llegaba la noche lo más habitual era reunirse frente a una fogata y acabar el día charlando. A pesar de las molestias, estar cerca del humo resultaba reconfortante ya que gracias a él los mosquitos no se acercaban. A veces venía el hermano del señor Ely con su esposa, de manera que la velada se hacía más amena. Allí, junto al brasero, nos hablaron de los problemas que tenían desde que llegó la electricidad hacía tres meses. Por culpa de la única bombilla que encendían cada noche, la presencia de mosquitos había aumentado considerablemente y eso era motivo de cierta preocupación. Nadie olvidaba que cuatro semanas atrás, toda la familia –abuelos y niños- estuvieron diez días postrados con malaria. Paradójicamente, era el precio del desarrollo.

Tras la inacabable charla, todos nos íbamos a dormir. Virginia y yo lo hacíamos juntos en una enorme hamaca que había a la entrada de la chocita. El resto de la familia lo hacía en la habitación contigua. Los abuelos en una hamaca y los niños debajo tumbados en el suelo y protegidos por la mosquitera. “Boas noites”, eran las últimas palabras que oíamos cada noche. Como norma general los dos nos pasábamos un buen rato rascándonos las piernas pensando que la culpa era de los mosquitos, pero hasta el último día no supimos el verdadero porqué de tanta picazón. Al parecer, un ácido residual que quedaba sobre la arena del río a medida que las aguas bajaban, era el causante de tal picor. Como los niños lo sabían, cada tarde después del último baño se frotaban bien con una pastilla de jabón que se utilizaba para todo: ropa, cubiertos, cacharros, etc. Puesto que nosotros no decíamos nada, ellos tampoco nos lo comentaron.
El día de nuestra despedida desayunamos lo que había en ese momento: café azucarado, pan seco y dos huevos revueltos a repartir entre los presentes. A esas horas el señor Ely todavía andaba pescando y curiosamente la señora Sebastiana no tenía apetito. La esperanza de todos era que el señor Ely regresara con algo más que echarse a la boca para la hora de comer, pero en cuanto vimos su cara nada más llegar, entendimos que no era así. Lo único que alcanzó a decir mientras nos mostraba la cesta vacía fue “Gracias a Dios”. Era lo que siempre decía, hubiera o no pescado. Nos despedimos calurosamente del señor Ely agradecidos por habernos acogido en su casa durante todos esos días y junto con la señora Sebastiana y los tres críos, nos dirigimos hacia Manaus en un viaje de más de cinco horas subidos a canoas y busetas. Una vez en la ciudad, Virginia y yo aprovechamos para hacer algunas compras rápidas y antes de que se volvieran para su hogar en la selva, se las entregamos con todo nuestro corazón entre besos y abrazos de despedida.

martes, 19 de agosto de 2008

Festival Shoton en Tibet


La palabra tibetana Shoton significa, literalmente “banquete de yogurt”. Desde sus orígenes allá por el siglo XI, durante la celebración del Festival Shoton, los peregrinos ofrecían yogurt a los monjes y monjas cuando estos terminaban sus retiros para meditar al final del verano.

Si los chinos te dejan y tienes la oportunidad de estar en Tibet a finales de mes, podrás disfrutar de la cultura tibetana. Podremos ver carreras de caballos, música y bailes tradicionales tibetanos, etc. Aunque sin duda el momento más impresionante es cuando se despliega un enorme thangka de 35 metros de largo en la ladera del Monasterio de Drepung, a unos 8 kilómetros de Lhasa.


Este año el Festival de Shoton comienza el 30 de agosto y finaliza el 5 de septiembre .

sábado, 12 de julio de 2008

Guinea Ecuatorial

Eva Lahoz nos cuenta su experiencia viajera por Guinea Ecuatorial
Cuando un amigo me ofreció, los últimos días de febrero, un billete barato para llegar a GUINEA ECUATORIAL, el primer impulso fue mirar mi gastado mapa de Africa para situarla. “Antigua Colonia Española“, de 1778 a 1956 y provincia del 1956 al 1968 en que proclamó su independencia. Un país en pleno corazón del continente africano, con lengua y cultura española. Una tentación de paraíso por descubrir.

Situada en Africa Occidental conformando la ensenada de Biafra, entre Camerún y Gabón, bañada y fragmentada en dos, por el Atlántico, sorprende escuchar un castellano perfecto en la profundidad del continente negro. Un destino en Africa no incluido en agencias de viajes, no promocionado, un nombre que no despierta curiosidad. Una cultura y un pueblo cuya historia reseñan en apenas unas líneas y que cuando es actualidad, tristemente lo es po
r su régimen de gobierno y sus consecuencias.
Al intentar conseguir documentación comprobé con sorpresa como la situación política puede mediatizar toda la información que conforma un estado. Internet me ayudó con páginas valiosas, actuales, pero aún así la realidad, como en cualquier país Africano, desborda, hace años cualquier referencia de ayer, y las ideas preconcebidas salen volando, como los eternos mosquitos que te saludan nada más descender del avión, sobre todo, si es el amanecer ó el atardecer.
Aterricé en Malabo, capital del país, situada en la isla de BIOKO (antiguo Fernando Poo) donde ya se adivina la lucha de la selva ecuatorial invadiendo cada palmo de tierra, bordeando las pistar de aterrizaje. Bioko tiene 2.017 Km2, es volcánica, montañosa, oscura, selvática, todo exuberante. Tiene 76 Km ente el Norte y el Sur y 36 Km de anchura media. Su pico más alto con 3.100 m es el BASILÉ, con eternas nubes rodeando, en cuya base se asienta MALABO, la capital con 60.000 Habitantes. Su Bahía, donde se sitúa el puerto, es el cráter sumergido de un volcán, al norte de la isla.
La primera necesidad básica para moverte por el país, es conseguir un permiso, que facilita el Ministerio de Información, Turismo y Cultura, previo pago de entre 3000 y 4000 ptas., que debes llevar contigo, omo salvoconducto, junto a tu pasaporte es IMPRESCINDIBLE jamás lo pierdas ó lo olvides, los controles militares que salpican caminos, carreteras y poblados, siempre te lo pedirán, junto a una propina voluntaria (soborno), que no puedes cuestionar, solo negociar y armarte de una infinita paciencia y dosis de humor frente a algunos desafíos verbales y “posturales”, que debes ignorar, por una razón muy convincente: van armados y disponen de todo el tiempo del mundo, obstáculo insalvable para el viajero, que como yo, lleva cerrado un Billete de Ida y Vuelta y quiere conocer y ver “ todo“.
Puede parecer, por sus dimensiones, que la Isla de Bioko se recorre en una día, nada más lejos de la realidad. Las distancias no se miden en Km sino en horas. Salvo la franja costera que rodea la Capital Malabo y la maltrecha carretera (ahora en obras) que lleva a Luba, pequeña ciudad costera de mas de 1000 habitantes, el resto son caminos con inmensos baches y restos de asfalto. Si quieres conocer y ver la maravillosa zona de MoKa, Ureka y subir al Basilé, consigue un buen todo-terreno y un experto conductor que conozca el lugar. La asociación “Amigos de Doñana”, puede ayudarte y proporcionarte información e infraestructura, tiene sus oficinas en Malabo. Luba es el primer destino desde la capital a 40 Km, la carretera bordea la costa teniendo el mar a nuestra derecha y la selva a nuestra izquierda, inquietante, desbordante. Luba es la ciudad colonial por excelencia, lugar de vacaciones de hacendados, son
dos calles de casas coloniales que hablan del pasado, con playas bonitas, y restaurantes con todo tipo de pescados.
Ir a Moka es otra historia. Las tres horas de camino infernal se compensan con unos de los paisajes más bonitos de África. Bosques densos, completamente vírgenes, cubiertos de musgo, helechos gigantes entrelazados que forman verdaderos túneles sombríos y sobrecogedores a lo largo del camino. El Valle de Moka esta a 1200 m de altura y el poblado, chozas y casas de madera son de estilo Criollo, está en un micro-clima casi mediterráneo. Fresco, cómodo y no hay mosquitos (nada que ver con el intenso bochorno y humedad que te envuelve en Malabo). cTiene grandes praderas de hierba, y ricos suelos para el cultivo de hortalizas. Sorprende ver: tomates, judías, habas, ensaladas... y algunas vacas y caballos. La mezcla del clima con suelos volcánicos hace posible este pequeño milagro. Su ecosistema complejo y rico ofrece otras atracciones para las cuales se necesita una buena preparación física, para dar largas caminatas por la selva, y descubrir sus cuevas, cascadas (tres, con caídas de 250mtos), lagos, como el Loreto y el Biao, rincones únicos en el mundo, por su vegetación y fauna, aves, desde buitres a turacos, gran variedad de monos y serpientes. todo el valle es un centro místico y espiritual para el pueblo bubi (la más castigada de las 5 etnias que coexisten, por el régimen actual), siendo gente amigable y amable. Como centro de salida para estas excursiones: La casa Risuti, estilo caserío vasco, restaurada y utilizada como albergue, a la entrada del pueblo, se ve desafiante y poderosa entre el esplendoroso verdor, una incongruencia en el paisaje junto a las cabañas que conforman el pueblo de Moka.

Allí entablé conversación con un agricultor que estudió tierras y medios de cultivo en las islas canarias para aplicar aquí sus métodos y me descubrió una interesante investigación sobre una plantita que crece salvaje en el interior selvático y tratan de cultivar en terrenos vallados, por sus propiedades curativas en el cáncer, ¡ Ojalá veamos sus efectos positivos algún día próximo!. Me hablaron del poblado de Ureka (150 habitantes) pero ya no pude visitarlo. Para subir a Basilé, se necesitan de 8 a 10 horas desde Moka. Allí desovan las tortugas marinas, enormes y centenarias, y se puede pasear por los cráteres de los antiguos volcanes de la zona, hoy cubiertos de helechos arborescentes. Las playas dicen son como en los sueños: grandes, solitarias, de arena fina y con el agua del mar a temperatura ideal.
Regresé a Malabo con tiempo suficiente para pasear y recrear la vista en un paseo tranquilo por su pasado colonial que estructura y da forma a la ciudad. La catedral gótica, inaugurada en 1916 por una claretiano español, enclavada en una recoleta plaza de estilo muy español, con cerámica, en bancos y arcos (de Talavera), residencial (sí vas, jamás enfoques tu cámara de fotos hacia esa zona, no importa la distancia, ó tendrás muchos problemas). El centro Cultural Español, el puerto, el colorista mercado, el club náutico, (mejor de noche, para cenar o tomar una copa). Muy interesante la biblioteca del centro Cultural Español, custodia de la biblioteca nacional del país. También hay que destacar su centro de artesanía, en talla de madera, el único que vi en todo el país, modesto pero importante, por la labor que desarrolla.
Volar de la isla a la zona continental es un acto de valor y de fe. Me explicaré. Valor para subir a un avioncito repleto de pasajeros, dos adultos con 3 ó 4 niños cada dos asientos, con maletas y cajas debajo de cada uno, gallinas cacareando bajo los pies, tres ó cuatro personas de pié junto al equipaje en la cola, única puerta por donde entramos todos los pasajeros, con “restos” de asientos y cinturones, (algunos no encajaban) y da por pensar que no solo despegará y aterrizará sino que es capaz de sobrevolar el océano con ese peso. Me ayudó enormemente el pensar que no solo el avión esa ruso, sino también el piloto. El vuelo fue perfecto. Aterrizamos en Bata, segunda ciudad del país y primera de la zona continental. La principal diferencia que se nota a la llegada es el color. El continente es más llano, amplios espacios, suelo rojizo, menos zonas frondosas . Bata es más tranquila, tiene vestigios de haber sido hermosa, pero ahora está muy descuidada. Playas de blancas arenas la rodean, y una buena carretera lleva desde el aeropuerto a la ciudad. El Hotel Panafrica y su dueño Serafín, un simpático gallego, nos recibió con los brazos abiertos y nos proporcionó amplía información práctica y cultural. La ciudad se ve en un solo paseo, la torre del reloj, la catedral, el mercado colorista al aire libre, el paseo marítimo... todo con ese aire de nostalgia, de semiabandono. Las playas maravillosas, el agua a 26º.
Partir desde aquí a cualquier zona era una gama de posibilidades. Monte Allén tenía el atractivo de los Gorilas y eso fue decisivo. La única carretera general en condiciones llega a Ebebiyin, Niefang, Acurenam y poco más. Está región denominada del Muni (río Muni) estaba habitada por los Fang. (Guinea Ecuatorial), en el interior y ndowes enjunto al parlamento y la zona del palacio pla costa. La zona del monte Allen esta declarada parque Nacional con una extensión de 1600 Km2 y una altitud máxima de 1200.
ECOFAC es un programa de la Unión Europea, que sufraga y forma un proyecto de conservación y desarrollo de la zona, controlando la explotación de los recursos naturales y forestales. Ha hecho posible una infraestructura integrada en el parque (hotel típico Lodge) pequeño, que se autofinancia con los escasos turistas que allí llegamos para entrar al parque. Mi mayor ilusión era ver a los gorilas, desengaño que sufrí pronto al comprobar que se necesitan de 7 a 15 días caminando por interior de la selva para llegar a estos gorilas de montaña, dada su gran movilidad y el espesor de está zona virgen. Al amanecer iniciamos nuestra ascensión a la zona conocida como el mirador. Nuestro guía caminaba delante machete en mano, ágil y alerta a cualquier sonido que nos describía: cantos de distintos pájaros, voces del mono nariz blanca, he probado por primera vez agua de las lianas, nunca imaginé la cantidad de agua fresca que contiene un trozo de madera castaña silvestre, fruto que no conocía, que nos rodeaban. En la ascensión estuve prácticamente sin aliento, es fortísima, y se inicia apenas se camina unos minutos, cuando llegué al mirador fui sin aliento y empapada, es indescriptible la sensación de estar en la cima del mundo, percibes en toda su grandeza la selva, a tus pies una densa e impenetrable vegetación asusta, el silencio se escucha, solo algún sonido animal ó una rama al romperse. No hay palabras para describir lo que se siente allí arriba, mis ojos abarcar, mi mirada que logré retener; el bombeo del corazón es lo único real en esos minutos.
No vi elefantes, aunque sí sus huellas, no vi los búfalos, ni los Sitatunga, ni los chimpancés, mandríles,..pero jamás olvidaré mi excursión al interior de está selva. Tal vez la próxima vez pueda llegar al lago y ver a los cocodrilos, y todos los demás animales, recordando las charcas de Tanzania al amanecer en el Serengueti. Ojalá no desaparezcan los increíbles gorilas en su estado salvaje.
Tras un merecido descanso en la terraza de nuestro Monte Alen (hotel), paseamos por los poblados del en torno, caminando por una pista forestal donde circulan camiones madereros inmensos, con troncos centenarios, que vienen del interior de la selva. Prácticamente una deforestación salvaje y poco controlada. En nuestro paseo conocí al cura que lleva las 50 ó 60 parroquias de la zona, es decir, todo el interior más profundo de la selva, y el azar quiere que se haya formado en Zaragoza, Adolfo de 30 años vive en la misión San José, primera a principios de éste siglo. Me invitó a conocer otra realidad del país, y le acompaño. No voy a categorizar a nadie a estas alturas, pero puedo aseguraros que hay que ser muy valiente para vivir como éste hombre y luchar diariamente por la supervivencia de 60 niños que acoge en su “casa”, sin otro hogar ó familia que está, procurándoles comida y educación. ¡Admirable!. Impresiona el lugar pero muchísimo más sus gentes. Uno se siente muy pequeño frente a estos gigantes.
El regreso fue demasiado rápido, los brutales contrastes no se corresponden con los días, las vivencias cambian los ritmos del tiempo y marcan, una huella más en el periodo que llamamos vida.
Los recursos naturales de este pueblo, petróleo, maderas, uranio, pesca, manganeso, que han sustituido en su economía al cacao, durante décadas producto estrella, al café, a la agricultura en general, llevan camino de cambiar lugares y paisajes en estado puro, gentes amables y sencillos, que hoy parecen haber perdido sus raíces, y luchan por encontrar un salida por sobrevivir, a pesar de los difícil que se lo ponen aquellos que dirigen la nación y controlan sus recursos.
No he comentado lo que supone hacer una reserva hotelera, tal vez en otro capítulo, por si acaso, si viajáis a Guinea, llevaros un saco de dormir.

Una mochila, buen repelente de insectos, calzado cómodo, ninguna idea preconcebida, y tiempo, mucho tiempo y buen humor, paciencia infinita y disfrutaras de Guinea Ecuatorial y sus gentes, ¡Aún hay tiempo!...

miércoles, 18 de junio de 2008

Nueva York para los peatones...

El diario británico The Guardian, informa que el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, en su cruzada contra los atascos que ralentizan su ciudad ha decidido crear un corredor libre de vehículos entre el puente de Brooklyn, el Upper East Side y Central Park. Bajo el título de "Summer Streets" y durante tres sábados del próximo mes de agosto, 9, 16 y 23 y de 7 de la mañana a la 1 de la tarde parte del caótico centro de NYC será para los peatones. Entre las avenidas cortadas al tráfico estará Park Avenue hasta la calle 72, parte de la Cuarta Avenida, Lafayette Street y el Centre Street para enlazar con el carril bici que cruza el famoso Puente de Brooklyn. A lo largo de esta ruta se dejara agua, habrá instalaciones para el alquiler y reparación de bicicletas, así como la posibilidad de practicar danza y yoga. La idea se ha inspirado en el exitoso Ciclovía puesto en marcha en la capital colombiana, Bogotá. El ejemplo de Bogotá ha generado una serie de imitaciones en varias ciudades de EE.UU. como El Paso, Cambridge, Chicago o Portland.

Nuevo vuelo Bombay-Shanghai-San Francisco

Los que estén pensando en dar la vuelta al mundo tienen una nueva posibilidad. La aerolínea india Jet Airways ha comenzado a realizar vuelos diarios entre Bombay (Mumbai) y San Francisco haciendo escala en Shanghai.

Autobus de "lujo" entre Agra y Delhi

La agencia de noticias IANS informa de la puesta en marcha de una línea de autobuses de "lujo" entre Agra y Delhi. Uttar Pradesh Roadways fletará esta ruta con modelos Volvo que partirán de Delhi por la mañana y regreserán por la tarde. Los billetes tendrán un precio de 331 rupias por trayecto. La misma empresa planea la ruta entre la ciudad del Taj Mahal y el Indira Gandhi International Airport de la capital india.

lunes, 5 de mayo de 2008

Futuros problemas para entrar en la Amazonia brasileña

Hace unos días el periódico EL PAIS, informaba del proyecto del gobierno de Lula da Silva de restringir la entrada de extranjeros, incluidos turistas, a la cuenca del Amazonas, incluso a su capital, la turística Manaos.
Según las autoridades, esta nueva ley, que controlará el acceso no sólo de turistas, sino también de trabajadores de ONG, y que multará con hasta 40.000 euros a aquellos que la incumplan, pretende proteger al Amazonas y sus habitantes, sobretodo, a los indígenas y caboclos ya que, por ejemplo, algunas ONG, según el Gobierno, son tapaderas de grupos o corporaciones que lo único que buscan es apropiarse de las riqueza biológica y del saber de los pueblos indígenas con el propósito de patentar nuevas y caras medicinas, sin que estos negocios dejen nada en Brasil.

Greenpeace, unas de las ONG a la que más afectará esta nueva Ley, cree que esto será contraproducente tanto para la investigación médica como para la protección de la naturaleza ya que, en muchos casos, no habrá quien denuncie ciertas prácticas...

sábado, 26 de abril de 2008

El irreal géiser Fly en Nevada, Estados Unidos

Si a principios de año podíais disfrutar de las impactantes imágenes de las "puertas del infierno" en Turkmenistán provocadas por la acción del hombre sobre la naturaleza y como ésta responde, ahora os muestro otras imágenes no menos curiosas.
Mirando información sobre el estado de Nevada encontré éste insólito lugar: el géiser Fly, en Black Rock Desert a dos horas al norte de Reno y no muy lejos de donde se celebra todos años el famoso festival "Burning Man ".
Este curioso géiser tiene su origen en la mano del hombre. En 1916, se realizaron perforaciones de pozos con la esperanza de encontrar agua en esta zona tan desértica para poder dar de beber al ganado y regar los cultivos. Al realizar el pozo se toparon con un acuífero de aguas termales a más de 200 grados centígrados, por otra parte muy comunes en la región. Aunque el agujero se tapó, décadas más tarde, a mediados de los años 60 del pasado siglo, unos trabajos que se hicieron para estudiar el aprovechamiento de la energía geotérmica de la zona provocó que un géiser empezara a manar. En la actualidad pueden apreciarse varias salidas de agua.
Pero lo que sin duda hace magnífico a este géiser son los colores de los sedimentos de carbonato cálcico, similar a las estalactitas, que ha ido depositando a lo largo de los años a su alrededor. Brillantes verdes, rojos y naranjas producen un magnífico e irreal escenario. Según los expertos, estos colores son porovocados por algas termófilas.
¿Cómo ir?
Este géiser se encuentra dentro de una Rancho privado, el Fly Ranch, por lo que su visita es algo complicada. Ha habido intentos de crear una reserva natural o algo similar pero por el momento no se ha materializado nada. En la ciudad de Gerlach a unos pocos kilómetros del rancho podéis preguntar si es posible la visita. Suerte...
A continuación algunas imágenes de Stan Goldberg y Christopher Foster




jueves, 17 de abril de 2008

Papua Occidental (y II)


En el mercado de Wamena, encontramos a las mujeres y a los niños papúes. A ellas tan solo una pequeña faldilla de hojas de palma cubre su desnudez. Como ocurre con casi todos los pueblos y sociedades indígenas las mujeres llevan el peso de la familia y acuden todos los días de los poblados cercanos a vender los magros productos que les dan sus tierras. Como todo mercado que se precie, éste no es sólo el punto de trueque de mercancías, sino que es un lugar de encuentro, donde las mujeres hablan, ríen y sobre todo, fuman. Sí, las mujeres papúes son tanto o más fumadoras que los hombres. Continuamente están encendiendo “puros” de hojas, no importa el tipo de planta de la que proceda, ni que esté seca o verde. Toda hoja es susceptible de ser fumada y disfrutada. Algunas de ellas llevan la cara pintada con barro amarillento en señal de luto y otras tienen algunos de sus dedos amputados como muestra de dolor por la muerte de un ser querido.

Desde aquí se pueden realizar varios trekking con diferente duración. Debido a la complejidad orográfica de la zona y la nula señalización de las rutas es necesario contratar los servicios de un guía y algún porteador que sepan moverse por estos senderos tan inestables y empinados. Yo como tampoco tenía intención de sufrir más de lo necesario para disfrutar de unos paisajes increíbles decidí hacer el más corto, de tres días. Los hay de muchos más días pero están pensados para gente muy aficionada al senderismo o a estudiosos que buscan tribus poco contactadas. Nos esperaban angostos valles con paredes casi infranqueables, profundos cañones y un clima lluvioso y húmedo que supuso una prueba de fuego para la electrónica de nuestras máquina de fotos. Durante los días que pasamos en el valle del río Baliem visitamos varios poblados situados a algunas horas andando de Wamena. Cruzando varios ríos de aguas salvajes, por los aparentemente poco seguros puentes de madera y lianas, llegando a lugares como Tagma o Ibiroma enclavados en el fondo de abruptos valles o en lo alto de frondosas montañas. En estos poblados, de unas pocas chozas con su correspondiente choza-cocina al lado y una casa comunal que hace las veces de escuela e iglesia, la única presencia extraña, aparte de nosotros, eran algunas misioneras protestantes indonesias que hacían las veces de maestras y enfermeras.
Nuestra llegada a los poblados, el más grande de los cuales no sobrepasaría la cincuentena de habitantes, era celebrada con risas y muestras de curiosidad hacía, sobretodo, nuestra piel clara y nuestro pelo, nuestro abundante pelo en lugares tan “extraños” como el pecho o los brazos. Los niños se encargaban del resto. Nos enseñaban los saludos en su idioma y nosotros en el nuestro. Hola (nayak), gracias (ua), amigo (nagalak), adiós (yogo), bonito (anomatok) y el más curioso de todos: los danis cuando desde un alto ven un paisaje espectacular utilizan un onomatopéyico “ooo”, como si de un sonido de asombro se tratara.

Antes de llegar a un poblado nuestros porteadores entonaban unos canticos para advertir de nuestra llegada. Más tarde me enteré de que se trataba de una manera de pedir permiso para poder hacer noche allí. Dormíamos en una de las cabañas que hacía las veces de dispensario, punto de reunión e improvisada pensión de ocasionales visitas. La cena, al contrario que la comida, que se hacía de manera frugal, era abundante en verduras, arroz y unos exquisitos y enormes cangrejos de rio. Curiosamente la cena era preparada por los hombres ya que las mujeres, muy risueñas y nada vergonzosas, al llegar la oscura y fría noche se retiraban junto con los niños. En ocasiones especiales los papúes cocinan cerdo. Nosotros decidimos probar este manjar y así aprender la manera de cocinar tradicional. Primero vimos como encienden el fuego y debía ser muy parecido a como la hacía el hombre de neandertal. En un agujero calientan piedras y después introducen el cerdo previamente vaciado de vísceras y abierto en canal. Lo cubren con las piedras y con hojas de bananero y lo dejan cocer durante unas horas. El resultado es excelente…
A ambos lados de los estrechos senderos, algunos extremadamente cuidados y adornados, que unen los desperdigados poblados, las mujeres papúes intentan sacar el máximo partido a estas abruptas tierras realizando cultivos de batatas y ñame en las empinadas laderas ayudándose, únicamente, por un simple palo excavador llamado “koa”. Por su parte, los hombres antaño practicaban la caza con arco o segem, sobretodo de pájaros para los que tenían flechas especiales o suap, pero hoy en día su masiva caza ha provocado que especies tan llamativas como el Pájaro del Paraíso sólo pueda avistarse en los más inaccesibles valles de remotas regiones. Hoy e
n día se pasan las horas deambulando cortando aquí y allá florecillas que se colocan en el pelo, en la nariz y en la koteka, ya que son muy aficionados a adornarse con flores, no en vano a algunas tribus los llaman los “Hombres Flor”.
También van casi siempre acompañados por sus preciados cerdos. El cerdo es el símbolo de riqueza para estos pueblos. Cuantos más tengas, más rico eres. Por ejemplo, un muchacho que quiera casarse con una joven debe entregar al padre de ésta cuatro cerdos, que suben a ocho si la muchacha cortejada es albina. Para este pueblo, al contrario que pasa en otros lugares, el albinismo es un símbolo de distinción.
Pese a este exuberante e increíble decorado se puede apreciar una terrible realidad no ajena al visitante. Las costumbres y la forma de vida de estos pueblos y, lo que aún es más grave, incluso ellos mismos están desapareciendo poco a poco. Algunos años después de que Holanda cediera parte de la isla a Indonesia a comienzos de la década de los sesenta, el gobierno del dictador Sukarno puso en marcha el programa de “transmigración” hoy felizmente abolido. Este programa, denunciado por numerosas organizaciones de defensa de los pueblos indígenas como Survival International, consistía en enviar gentes, con atrayentes ayudas, de la superpoblada Java a otras islas del país más “atrasadas” para intentar llevar la civilización de la Gran Indonesia a estos pueblos “salvajes”. Desgraciadamente esto supuso la muerte de numerosos indígenas por enfermedades y, lo que es más terrible, sobre todo por la feroz represión del ejército indonesio, llegándose hasta el extremo de obligar a los indígena
s a vestirse bajo pena de graves castigos. A los nuevos colonizadores el gobierno indonesio les ofreció un trozo de tierra de cultivo, lo que ha supuesto, al cabo de varias décadas, la rápida deforestación de la tercera más forestal del planeta y uno de los bosques más antiguos y diversos de la Tierra, así como la erosión del terreno y la muerte de numerosos ríos por los residuos producidos por las masivas explotaciones mineras. Además, los javaneses copan los cargos públicos de mayor responsabilidad y con mejores sueldos, relegando a las papúes a un segundo plano y destinados a ser, como ocurre con casi todos los pueblos indígenas, simple mano de obra barata.
Afortunadamente, y cuando parecía que estos pueblos estaban condenados a una muerte segura, llegó el denostado turismo y las autoridades indonesias vieron que el modo de vida auténtico de estos “salvajes” atraía a turistas de todo el mundo proporcionando una fuerte e importante entrada de divisas. Por una vez parece que el turismo servirá, increíblemente, para salvar las costumbres de estos pueblos.
Otro de los peligros con que tienen que enfrentarse los pueblos indígenas de Papúa Occidental, y contra los que ni siquiera el turismo puede luchar, es la extensión de las actividades mineras y madereras, a las que los papúes se están oponiendo decididamente. Esta oposición ha ocasionado una sangrienta represión por parte del gobierno indonesio, que ha provocado las denuncias de múltiples organizaciones ya que los asesinatos de papúes inocentes se cuentan por miles. Todo empezó hace varias décadas cuando comenzó la explotación los subsuelos ricos en oro y cobre de la montaña Grasberg por la compañía norteamericana Freeport McMoran creando la mayor mina a cielo abierto del mundo y provocando una destrucción del terreno sin parangón en el mundo. Desde entonces los asesinatos de los AmungMe no han cesado. La población local culpa de estas muertes al ejército indonesio y a los guardas de seguridad de la compañía mi
nera. Además, los supuestos beneficios y compensaciones que debían recibir las tribus afectadas o han sido irrisorios o simplemente no se han recibido, lo que ha obligado a la mayoría de la población a emigrar lejos de sus ancestrales tierras cambiando radicalmente su modo de vida ya que muchos de sus ríos han sido contaminados por miles de residuos mineros. Continuamente se están produciendo levantamientos, cada vez más fuertes, lo que ha provocado una fuerte respuesta de las fuerzas de seguridad de la empresa. Estas revueltas son producto, sin duda, del rencor acumulado en las últimas décadas contra los responsables de la misma por la ocupación ilegal y el continuo abuso de los Derechos Humanos a los que se han visto sometidos los indígenas de las zonas afectadas. Para los AmungMe se trata de montañas sagradas.
El gobierno indonesio ha prohibido, en numerosas ocasiones, el acceso de extranjeros en toda la isla como consecuencia de los fuertes disturbios entre los indígenas y el ejército.
En fin, aunque en los alrededores de Wamena se den espectáculos de papúes que enseñan momias de antepasados y representan escenas guerreras para los turistas como si de una película se tratase, basta alejarse unas horas a pie por los diversos valles y montañas para toparse con gentes que viven como vivía el ser humano hace miles de años.


Toda una clase de antropología viva.

lunes, 14 de abril de 2008

Papua Occidental (I)


En Papúa Occidental, situada en la parte oeste de la isla de Nueva Guinea, y hasta hace poco conocida como Irian Jaya, se encuentra uno de los pueblos más atrasados de la Tierra: los Papúes. Allí se calcula que viven unos 2,2 millones de personas repartidas en unas 312 tribus diferentes, étnicamente muy separadas del resto de los indonesios, algunas jamás contactadas y pese a que sólo el 0,01% de la población mundial vive allí, se hablan más del 15%, unas 260, de las lenguas conocidas.
Desde el comienzo del vuelo sobre esta asombrosa isla, una fuerza invisible mantenía mi cara pegada a la ventanilla. No podía dejar de mirar hacia abajo, no podía dejar de admirar la impenetrable alfombra verde, la mítica jungla del sudeste asiático que tantas veces había visto en libros, revistas y, sobretodo, en películas en blanco y negro de los años 40. Hacía tan sólo unos minutos que habíamos dejado la capital de la isla, Jayapura, y nos dirigíamos a Wamena, el único asentamiento humano importante en la zona central de este extenso territorio.
Mientras seguía hipnotizado por ese verdor salvaje que parecía no tener fin, no dejaba de pensar en lo que me iba a encontrar allá abajo. Según la mayoría de los libros que había devorado en los últimos meses, aunque en esos momentos tan sólo nos separaban dos o tres mil metros del suelo, en realidad eran varios miles, o millones de años. Volaba hacia la Edad de Piedra y estaba a punto de aterrizar en un lugar donde recibiría una clase magistral de antropología humana. Pero también volaba hacia un mundo lleno de tópicos y hacia uno de los últimos reductos del canibalismo. En el fondo no me creía que, en pleno siglo XXI existieran seres humanos que, aunque en contacto desde hace años con el “civilizado” hombre blanco, sobrevivieran sin apenas haber cambiado su modo de vida en los últimos milenios.
La isla de Nueva Guinea, segunda en extensión del mundo y a la que dio nombre el navegante español Yñigo Ortiz de Retez, fue arbitrariamente dividida por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial. La mitad oriental formó el país independiente de Papúa-Nueva Guinea, mientras que la otra mitad occidental fue absurdamente cedida por Holanda y la ONU a la recién nacida Indonesia. Esta remota región, está habitada por numerosos pueblos indígenas que, por su situación geográfica, comparten con sus hermanos de la vecina Australia los mismos rasgos aborígenes. Los Lani, Dani, Yali, Komoro, Ekari, AmungMe o los Asmat, más al sur y artesanos de la madera famosos en el mundo por sus escudos guerreros, apenas han evolucionado desde la Edad de Piedra y perderse por sus montañas, bosques y junglas es adentrarse en otra época y en otra forma ancestral de entender y disfrutar de la vida.
Para la mayoría de nosotros, los pueblos que habitan esta recóndita parte del mundo son inmediatamente asociados al canibalismo. Aunque, oficialmente, los hoy pacíficos agricultores no practican desde hace dos décadas el canibalismo ritual, nadie duda que éste pueda seguir teniendo lugar en algunos poblados perdidos en medio de las casi inexploradas montañas; por ello no es difícil encontrar algún anciano que muy a regañadientes confiese haber practicado la antropofagia con los enemigos vencidos. No obstante, pese a estos “morbosos” antecedentes, pronto podremos comprobar la amabilidad, la inocencia, la ingenuidad y la curiosidad que tienen los papúes, sobre todo, los ancianos y los niños.
La montañosa región central de la isla, hacia la que nos dirigimos, tiene cumbres de más de 4500 metros, perpetuamente cubiertas de nieve, y esconde entre sus continuas brumas exuberantes, abruptos valles surcados por impetuosos y caudalosos ríos.
Una vez subido en el destartalado avión turbohélice que nos iba a llevar desde Jayapura, al norte de la isla, a la prehistoria ya pude comprobar que aquel viaje sería diferente. Mis compañeros de viaje eran media docena de turistas, otros tantos papúes y una enorme bobina de alambre de espino que ocupaba más de media cabina y que amenazaba con arroyarnos en cada vaivén del avión. Era la primera vez que hacía un vuelo en el que de haber azafatas hubieran atendido más a la carga que a los pasajeros. Por fin aterrizamos en el pequeño y destartalado aeródromo de Wamena capital de esta zona y punto de encuentro de los habitantes de valles como el del río Baliem. Nada más bajar por la escalerilla del avión varios papúes de pequeña estatura nos rodearon. Cubrían su desnudez únicamente con una calabaza en el pene y algunos con unos aros de lianas enrollados en el pecho. También se adornaban con multitud de abalorios, plumas y colmillos de cerdos. Ellos nos devolvían la mirada de asombro. No sé cuáles sentían más curiosidad por los otros, era sencillamente increíble. Era como encontrarte con tus más lejanos ancestros...
Después de pasear un rato por las anchas, pero embarradas calles típicas de una población de reciente construcción, desgraciadamente, tan presentes en muchos países del Tercer Mundo, pude comprobar que, aunque muchos jóvenes han comenzado a ser influenciados por los javaneses y su “occidental filosofía de vida”, la gente sigue viviendo como antaño. La mayoría de los hombres continúan llevando como única vestimenta una calabaza, llamada “koteca”, que les cubre el pene. Esta calabaza no sólo sirve como protección contra la entrada de espíritus malignos, sino que su tamaño y forma distingue a unas tribus de otras; además, tiene otras aplicaciones menos tribales siendo lugar idóneo para guardar todo tipo de cosas, sobre todo el apreciado tabaco, al que son muy aficionados, o el betel cuyo continuo masticar produce un intenso color rojizo que invade boca, dientes y encías. También en algunos casos, y si el tamaño de la koteca lo permite, se pueden llevar en ella hasta dos pequeños pollos. A veces, y debido a que la koteca adquiere formas y longitudes caprichosas, se producen situaciones curiosas e hilarantes. En alguna ocasión el encuentro de dos de ellos en un paso estrecho puede provocar que sus kotecas queden enredadas, teniendo que hacer verdaderos malabarismos para separarse.

viernes, 11 de abril de 2008

Después de 43 años en tren de Calcuta a Dhaka

Después de 43 años de no circular, el próximo día 14 volverá a funcionar el tren que unirá de nuevo Calcuta con la capital de Bangladesh, Dhaka. El Dhaka-Kolkata Maitree Express iniciará sus viajes, de más de 530 kilómetros, con ocasión del Baishakh Paila, el año nuevo bengalí que se celebra ambos países. Un tren saldrá de Dhaka todos los sábados y regresará el domingo. Lo mismo en el otro sentido. Las tarifas serán de entre $ 8 y $ 20.

Via: newkerala.com

martes, 18 de marzo de 2008

El pueblo Tibetano

Una vez más las desgracias del pueblo tibetano son portada de los diarios de todo el mundo. A escasos doscientos días del comienzo de las Olimpiadas de Pekín, el gobierno chino está mostrando su verdadera cara. Los tibetanos, sobretodo los monjes, están siendo arrasados por la policía china. Esperemos que las aguas se calmen y la comunidad internacional tome nota de que "la nueva China" sigue siendo la misma que hace casi 60 años invadía el Tibet.
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Conozcamos algo más de la relación entre estos dos países.
Desgraciadamente, una histórica relación de amistad entre tibetanos y chinos se truncó a comienzos del siglo XVIII cuando el por entonces gobierno Manchú empezó a inmiscuirse en los asuntos internos del Tíbet. Con la excusa de ayudarles de los intentos invasores del Nepal, poco a poco, el país se fue llenando de asesores y militares chinos. Incluso en 1913 el por entonces XIII Dalai Lama, tuvo que expulsar a todos los chinos y reafirmar la independencia del Tíbet a través de una declaración especial que se corroboró al firmarse un Tratado entre los representantes del Imperio Británico en India y el gobierno tibetano.
Pese a estos antecedentes, el de 7 de octubre de 1950, 80,000 soldados de las hordas del Ejercito Rojo de Mao Zedong cruzan por primera vez la frontera y tras vencer rápidamente a un pequeño y mal armado ejército tibetano, ocupan medio país, lo que obligó a firmar al gobierno tibetano, bajo coacción, en 1951 el llamado “Acuerdo de 17 puntos para la liberación pacífica del Tíbet”. Para el gobierno chino se trataba de la liberación de un pueblo que vivía anclado en la Edad Media y oprimido bajo el yugo tirano del gobierno teocrático feudal de los lamas. La resistencia de la población no se hizo esperar, sobretodo en la belicosa parte oriental del Tíbet y a su vez lo hacía la represión china. Ésta llegó a su punto culminante en 1959 cuando es brutalmente sofocada por los chinos una rebelión en Lhasa ante los rumores de un posible asesinato del Dalai Lama por parte del ejército rojo. Esta sangrienta represión causó la muerte de más de 85.000 personas y forzó la huida del Dalai Lama a India. Durante los primeros años de la invasión, el gobierno chino, que había firmado un acuerdo con un representante del gobierno de Lhasa, se comprometió a respetar las tradiciones y religión tibetanas. Sin embargo, nunca cumplió ninguno de los puntos de este acuerdo y, sobre todo, durante la negra etapa de la Revolución Cultural (1966-1976), la represión fue brutal. Se prohibió el uso de las vestimentas tradicional y la posesión de objetos religiosos. Fueron reducidos a cenizas más de 6.000 monasterios perdiéndose la casi totalidad del patrimonio cultural tibetano e incluso obligaron a monjes y monjas a abandonar los hábitos recibiendo si se resistían, vejaciones. Incluso, se vieron obligados, bajo amenaza de muerte, a romper sus votos de castidad en público.
En apenas 20 años fueron asesinados más de 1.500.000 tibetanos, una quinta parte del total de la población, dando lugar a uno de los mayores genocidios que han tenido lugar nunca. Desgraciadamente, todos los gobiernos del mundo hicieron caso omiso a las peticiones de ayuda del Dalai Lama. Desde entonces, las represiones, encarcelamientos y torturas de monjes, monjas y partidarios de la independencia han sido una práctica habitual. Ante semejantes atrocidades, occidente, como suele ocurrir en estos casos, ha dado la callada por respuesta. No olvidemos que para las empresas occidentales China es un mercado potencial de más de 1.200 millones de clientes.
En los últimos años, y pese a que el Gobierno Chino firmó la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1990, aún continúan existiendo miles de presos políticos, entre ellos la reencarnación del Panchen Lama, segunda autoridad espiritual del Tíbet. Las muertes y represalias se suceden casi a diario. Afortunadamente, en los últimos años la religión y las tradiciones han sido permitidas con restricciones, incluso varios de los monasterios están siendo reconstruidos y los monjes han vuelto a meditar entre sus muros. Sin embargo, la figura del Dalai Lama, venerada por todos los tibetanos, sigue estando proscrita y perseguida con fuertes castigos la posesión de sus fotografías.Después de invadir el Tíbet, China dividió y renombró el país en 5 regiones administrativas. Gran parte de Amdo se le cambió el nombre y se pasó a llamar Qinghai o Quingai. Otras partes de Kham y Amdo se añadieron a las provincias chinas de Gansu, Sichuan y Yunnan. U-Tsang y algunas partes del oeste de Kham se pasó a llamar Región Autónoma del Tíbet (TAR) o lo que hoy conocemos como Tíbet. Con esta nueva división administrativa, Al menos la mitad del área étnica del Tibet es anexada a provincias chinas colindantes.

El Dalai Lama y el incierto futuro del Tibet

Pese a la ley marcial decretada en toda Lhasa por los sangrientos enfrentamientos de los últimos días entre la policía y manifestantes por la independencia, la noticia de la concesión a Su Santidad el Dalai Lama del Premio Nóbel de la Paz corrió como la pólvora por toda la ciudad y por todo Tíbet. Las emisiones en tibetano de Radio India lo habían anunciado. Era la primera buena noticia que recibían en mucho tiempo. Por fin parecía que occidente, después de años de olvido, se acordaba de ellos. La esperanza volvió a los corazones de los habitantes del “Techo del Mundo”. Hasta ese momento, a comienzos de octubre de 1989, poca gente en el mundo conocía la trágica realidad del pueblo tibetano. Se cumplían tres décadas desde que Tenzin Gyatso, el XIV Dalai Lama, se veía obligado a abandonar su Tíbet natal camino de un largo exilio que le llevaría hasta Dharamsala en el noroeste de la India.
La historia del Tíbet, más que la historia de un país es la historia de una religión. Desde hace siglos el Tíbet ha excitado la imaginación de aquellos que ansiaban descubrir sus caudalosos ríos, sus atrayentes glaciares, sus majestuosos y escarpados valles y sus inalcanzables cumbres. Tal vez todas esas ansias se deban en gran medida al halo de inaccesibilidad que, incluso hasta hoy en día, rodea el mito del Tíbet. Nación hermética como pocas, siempre desconfió de las negativas influencias que el extranjero pudiera traerles y sus autoridades temían que se socavara su peculiar sistema teocrático. Los monasterios eran el pilar que sostenía toda la vida en el Tíbet. La vida de los tibetanos se desarrollaba en un país atrasado en el que el poder lo detentaba un gobierno formado por lamas y representantes de la nobleza y que presidía el XIV Dalai Lama, primera autoridad política y religiosa del país. El Dalai Lama, recién llegado a su mayoría de edad, después de años de regencia, intentaba cambiar al país llevándolo hacia la modernidad. Aunque los campesinos no eran dueños de sus tierras, que solían pertenecer a los monasterios o a la aristocracia, disponían de ellas pagando unos impuestos justos e incluso sus hijos podían heredarlas. En la práctica las tierras eran suyas. Gracias a cultivos adaptados a las duras condiciones de estas altas regiones el pueblo tibetano no conocía el hambre, todo lo contrario que ocurría en su vecina China, donde las hambrunas estaban a la orden del día. El tibetano vivía por y para la religión. Los lamas eran respetadísimos y pese a lo que la propaganda china ha intentado hacernos creer, el pueblo, según cuentan todos los viajeros que por allí pasaron, vivía feliz y la oposición hacia el poder que detentaban los monjes era inexistente. De hecho toda Lhasa, la capital tibetana, se levantó contra los chinos cuando estos intentaron acabar con la vida del Dalai Lama en 1959.
Aunque los rumores sobre negociaciones entre las autoridades chinas y representantes del gobierno tibetano en el exilio están a la orden del día, lo cierto es que el panorama no ha sufrido avances significativos en los últimos años y, de no cambiar mucho las cosas, Su Santidad posiblemente acabe sus días lejos de su país. Ante la más que probable posibilidad de que a su muerte el gobierno de Pekín presente a su sucesor y lo eduque en las tradiciones y cultura china y en su amor a la Madre Patria china (tal y como ha sucediendo con la reencarnación del Panchen Lama) el Dalai Lama ha anunciado en numerosas ocasiones que mientras la libertad y los derechos humanos no lleguen al Tíbet, él no se reencarnará en ningún niño que viva bajo soberanía china. Puede suceder que Tenzin Gyatso sea el último Dalai Lama nacido en suelo tibetano que la historia conozca.
Ante el mundo entero, la propaganda china se ha encargado de lanzar a los cuatro vientos que ellos han traído la modernidad al techo del mundo y ponen como ejemplo el nuevo tren que une Lhasa con varias ciudades chinas. Si ellos entienden la modernidad como la destrucción de todos los antiguos barrios de Lhasa y de otras ciudades y construyendo en su lugar horrendos y mastodónticos edificios de cemento y cristal, entonces sí que lo están consiguiendo. Los chinos se encargan de ir borrando todo lo tibetano para convertir la capital en un espejo de la nueva China. Menos mal que sabiendo el creciente interés de los turistas por lo tibetano, las autoridades no derriban la parte vieja de Lhasa, sobretodo la zona del Barkhor, donde todavía quedan casas antiguas y es posible respirar un ambiente como el de antaño.
Sin embargo, un pequeño recorrido por algunos pueblos y aldeas de las miles que hay desperdigadas por la alta y árida meseta tibetana nos mostrará una realidad bien distinta. Las carreteras son simples caminos embarrados donde recorrer poco más de 500 kilómetros puede convertirse en una odisea de varios días. Sin embargo, donde el abandono del gobierno chino se hace más visible, y donde las consecuencias son más graves, es en la escasa asistencia de todo tipo, en especial sanitaria, que reciben. Las condiciones en las que viven muchos tibetanos, especialmente sufridas por los niños, son verdaderamente trágicas. Las aldeas donde viven todo el año se hallan por encima de los 4.500, o incluso 5.000 metros de altitud, donde incluso en los cortos meses de verano, la temperatura es baja y las nevadas, granizadas y heladas son habituales. Sin embargo, muchos niños ateridos de frío van vestidos únicamente con harapos y sin ningún tipo de calzado. ¿Qué será de ellos durante los largos y rigurosos meses invernales? Además, la desnutrición es patente en muchos de ellos.
Las grandes riquezas que un Tíbet independiente podría aprovechar para su propio desarrollo están siendo esquilmadas por los chinos. A la grave deforestación, consecuencia de la tala masiva de árboles de los otrora extensos bosques tibetanos, hay que añadir que en las últimas décadas la industria energética china está utilizando la poco habitada planicie tibetana como un gigantesco cementerio nuclear con unas consecuencias nefastas para la población local, donde los casos de cáncer y malformaciones están empezando a ser preocupantes. Para colmo, en los últimos años el gobierno chino se ha ofrecido a occidente para enterrar aquí la basura nuclear que los ricos producimos y no queremos tener cerca.
La visión que tenemos de la “La Morada de los Dioses” suele estar unida a los preciosos, majestuosos y salvajes paisajes que continuamente nos llegan a través de películas o documentales, sin embargo los tibetanos son mucho más que eso, son un pueblo influenciado en todos y cada uno de los aspectos de su vida por el budismo, un pueblo dedicado a la paz y a la meditación, un pueblo acostumbrado a los rigores de un entorno agresivo y a un clima rigurosísimo, pero felices de vivir en ese mítico Shangri-La, que aunque no sea la fuerte de la eterna juventud si es, o mejor dicho, era la reserva espiritual del mundo. Actualmente en Tíbet unos 6.000.000 de tibetanos conviven con más de 8 millones de chinos. De seguir así, los tibetanos están abocados a ser una pequeña minoría en su propio país. Incluso se podría dar el caso de que en unas utópicas elecciones en un Tíbet libre un representante de la etnia han, mayoritaria en toda China, fuera elegido democráticamente presidente del país. La única manera de evitar esta sinrazón sería realizar un censo. Desgraciadamente, ya tenemos la poco esperanzadora experiencia del pueblo saharaui, en situación similar al tibetano. Hoy en día el traslado semiforzoso de millares de campesinos y obreros chinos hacia la Región Autónoma del Tíbet, y hacia otras regiones de minorías étnicas como Yunnan, continúa. Incluso el gobierno de Pekín cuenta con el apoyo económico del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional y de otras instituciones que debian dar ejemplo como el Comité Olímpico Internacional.
No cabe duda que en los últimos 50 años el Tíbet se ha modernizado, aunque no al ritmo que lo ha hecho el resto de China. Para su desgracia, el precio que han debido pagar los tibetanos ha sido excesivamente alto. El fututo del Tíbet es del todo incierto. Parece seguro que todo el hechizo y ese halo de misticismo que rodeaba a este maravilloso país está desapareciendo poco a poco, y en unos años pasear por Lhasa será como hacerlo por cualquier insípida ciudad china moderna.

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